miércoles, octubre 11, 2006

Triste día mojado

Este es un relato que escribí ya hace años, pero al que le tengo un gran cariño. Por tal razón, ahora que estoy restructurando mi vida, quiero ofrecerlo al mundo.

Triste día mojado

La tormenta de metal estalla en su cabeza. Rompe la tranquilidad en una casa desolada y recóndita. No sorprende que la inmensidad de su playa, por fin, después de muchos y cansados días, haya quedado vacía, muerta, reducida a la nada; donde la gente se ha marchado y las palabras han desaparecido.

Dentro, una pistola en cubierta de verde, disimula cual ha sido su verdadero fin: siniestro, oscuro, teñido de recuerdos de dolor, de daño, de pasión.

Allí, él solo, su útil y un escrito. Ni siquiera su diario que había perdido toda utilidad, en la que antes relataba su existencia. Ni siquiera eso, conociendo toda su afición a relatar sucesos de personajes imaginarios o reales.

Afuera, la única música posible, gotas del cielo gris cayendo lentamente sobre hojas negras. Dentro, nadie más ni nada más. Tan solo, una última página escrita en papel de regalo:

24-12-1999

"Estoy perdido en un pantano de sombras del que me es imposible salir. Junto a un cariño pasado que ya no desprende sentimientos de amistad. Quizás por la magia de mi corazón, quizás por mi estado de angustia. Pero, es falso, no real.

Ha sido un camino tortuoso y solitario el que me ha llevado a este punto. La verdad es que por las apariencias, siempre he sido un gato ofuscado que ha ido sin rumbo ni puerto, de momento en momento, parado en estaciones del movimiento, dando vueltas a cosas sin sentido. Pero todo ha sido por aquello, esas letras escritas con pulso rápido, como siempre tú lo hacías, describiendo tu ocaso.

Lo recuerdo todo. Después del verano pasado, en el puente de una ciudad francesa, donde tantas veces antes nos habíamos encontrado; la aparición de tus últimas notas me reveló el hecho de que aquello que anhelabas tanto, de esa batuta que yo no te pude dar, la habías descubierto gracias al dueño de un yate que había encontrado cruceros interminables por los ríos de tu cuerpo.

No sé bien por qué te escribo. No me sirve de mucho. No me vas a oír. Todo me deprime. Estás lejos, muy lejos. Al menos, sé que me quedé con el consuelo de mantener aquella canción que únicamente nosotros dos sabemos entonar: "Salir".

Sentí tu última mirada como guía para este fin, mi fin, desafiadora a que detrás de esta barrera te encontraré libre, sin ataduras de ningún tipo. Donde volver a vernos y a sentirnos. No sé si creer… he sido tantas veces mentira.

Aunque si me sincero, prefiero que estos momentos desaparezcan de una vez por todas y dejen partir a esa ave que sabe volar y esconderse, difícil de ver, una perdiz tal vez, que encuentre un sueño del que tener llave, del que nunca marcharse, porque todo fuere demasiado bello. No como esta lamentable vida.

Ahora ya es mi hora, aquí tengo todo lo que necesito: éste, mi regalo en este triste día mojado."

Firmado:

Mikel

Se terminó. Cuando un pastor lo encontró tirado en una cabaña no habían ya pirañas que dañaran su verdad, ni más jardines de rosas espinosas que hirieran más su amor, porque era tarde, ya había corrido demasiada agua y excesivas esperas habían colmado su vaso de la vida.

Solamente el pobre hombre vio el cadáver, un lago de sangre a su alrededor y un trozo de papel lleno de innumerables lágrimas. Pero no la cruda realidad: la pérdida de un joven más, uno cualquiera, en esta guerra por seguir sentimientos cruzados, desesperanzadores, amargos; en la que nunca hay vencedor y sí muchos derrotados.

¿A quien le importó? A nadie le importó pero… gatos que maúllen su música. Pasados unos días su náyade conoció la noticia. Pero ésta se esfumó del corazón de la chica tan rápido como fue leída. La razón: se había olvidado de él, uno más en su vida. Ella se había convertido en otra cualquiera, sin más melodía que la de la vida corriente y heterónoma.


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