viernes, septiembre 28, 2012

Llueve

Caen racimos de bombas hidrogenadas
en la escalera de los mudos
tras gritos de maniquíes llorosos
que desconocen la libertad de Ariel.

Yo les miro condescendiente:
soy suma de Sigur Ros,
resta de catenarias publicitarias,
multiplicación de vocales concatenadas,
división de controversias ignorantes.

Miro a la pantalla:
paisajes de terciopelo humano,
ánimas salvajes mojadas por el rocío,
océanos solitarios conversando con el interrogante,
susurros indignados en busca del exorcismo.

Me miro. Mi cuerpo:
cabeza quiebra paredes inconclusas,
ojos divisan eclipses económicos,
oídos escuchan apatías conformistas,
boca come ostias da Morte,
piel suda derechos infrahumanos,
corazón late corralitos rosas,
pulmón expira polietileno rotomoldeado,
brazos embarran residuos radiactivos con marihuana,
manos cubren de cemento tímpanos y bosques,
piernas corren maratones para Goldman Sachs,
pies marcan ritmos para cíclopes empedernidos,
y el resto,
              alaba el armisticio con mi cordura.


Miro...


Miro,
        miro,
                miro,

pero no actúo.

Respiro,

rompo cristales

y lloro,


 lloro,



 lloro.

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