viernes, septiembre 08, 2006

Tranvía

Billetes ticados en silencio a manos de hombres grises. Analizan que cumplas sus normas porque saben que no lo haces. No hay confianza.

Poco después, de analizar y revisar los pasajeros, el tranvía aparece. Pero el humo de su cigarrillo se mantiene en el ambiente.

Subes a un vagón cualquiera, o no. Subes al vagón que se sitúa delante tuyo. Ves opciones de sentarte. Lo importante no es el viaje. Lo primordial es ir sentado.

Con más o menos esfuerzo lo consigues. Sitúas ante tí un recorrido de personas tristes, pensativas, dormidas, enfrentadas a otro día más. El pensamiento que llegue el fin de semana les llena lo suficiente para sobrevivir.

Intentas buscar una sonrisa. Tarea imposible. Se quedó en los sueños de los personajes, que no de las personas que perdieron hace ya el sentido humano.

Sigues observando a tu alrededor. Miradas furtivas escrutinan tu tarea. Otras se dirigen al abismo del suelo. Y el que más alcanza, llega a divisar lo que ofrecen las ventanas afuera.

Sin embargo, ¿dónde está lo peor?¿Fuera, en la calle, o dentro, en el vagón? Pregunta inútil. Son las mismas personas. Ingredientes que bien agitados mueven la ciudad. Una ciudad que mueve a las personas.

Y ahí siguen sin entender que el todo se forma por los elementos; que en la raíz de los problemas se encuentra la solución.

El sistema forma a las personas, las personas forman el sistema.

No hay comentarios: