jueves, noviembre 12, 2009

Freyja



Hada de cuentos oscuros
nació esta diosa del cielo
cubierta de un halo profundo
cuidada entre rosas y sueños.

Creció encantada por cuentos
sentidos acariciando lo ajeno
mecida a través de miles de elogios,
versos extraños y viajes extranjeros.

Pero llegó la adolescencia nublada
y las gotas de lluvia pesada
empapaban su tierna alma
con tristeza, miedo y ausencia.

El tiempo pasaba como estación
y la luz de esa bella luna
menguaba sin ninguna dirección:
era la culpabilidad quien la acurrucaba.

Encontró ilusiones en forma de amor,
corazones para poder saber
¿quien realmente soy yo?
pero los ojos sólo anhelaban ver
su encantadora fachada exterior.

Se volvía presa de momentos
sin más emoción ni atención
que una compañía pasajera,
adrenalina, alcohol y tensión.

Se fue al extranjero
y allí, la soledad, malvada
le atacó, la ausentó, la derritió
con ahínco, furia y maña.

Volvió, pero la niña imaginativa
se había teñido de heridas,
un accidente le había sorprendido
y perdió las riendas de su vida.

La persistencia de un caballero
con una capa teñida de negro
y cierta tolerancia a su encanto
le brindó unos instantes de descanso.

Era una ilusión vana y vacía
y más que pura pasión
una cuerda ataba su libertad:
perdía la confianza
en su propia valía.

En esa desmejorada situación
un alma blanca prestó su mano
le trajo a su retiro de luz
donde conoció a un peregrino.

Querían enviarle energía universal
remover, resolver, reanimar, sanar
liberar los canales de ella, cristal,
limpiar su futuro, presente y pasado.

Y la historia se mezcló con sus vidas
el tiempo la unió en palabras,
los abrazos surgieron de la nada
y Freyja y el peregrino
compartieron la mirada.

Pero un día de descontrol
el peregrino abrumó sus sentidos
percibió que todo necesita su tiempo
había que cuidarla
como a su propio corazón.

Y se quedó con la eterna pregunta...
¿Le amaba?
¿Quería ella prender la llama?

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