Hay momentos en que la luz, pese a que se resguarde detrás del cristal de mi habitación y afuera esté lloviendo, mantiene su mismo brío, entereza y seguridad mostrando cuál es el camino a seguir. Así pasó cuando acabé ayer de madrugada El jinete polaco por Antonio Muñoz Molina. Un libro que se presentó ante mí a través de Psyché y que me ha estado acompañando muchas noches al lado de mi cama, mientras me debatía en un amor sincero pero a la vez incauto y cruel.
Conforme el tiempo iba pasando sus hojas, mi vida me iba mostrando la sincronicidad, y el jinete me mostraba mi pasado y mi posible futuro. Un mensaje pleno de interrogantes que iban salpicando una lucha contra dificultades de mi ser, pero en la que cada batalla mostraba un nuevo conocimiento, un nuevo paso hacia delante, una baldosa colocada exactamente en el lugar adecuado, permitiendo iluminar una parte de mí escondida hasta este momento.
Llegados a este punto, vuelvo a mirar hacia el pasado, en busca de más información sobre mí mismo, analizando qué aspectos debo superar, que anhelos siguen todavía cubiertos para hacerme disfrutar de esta vida, que poco a poco, va tomando mi propia forma.
Quien lo iba a decir, cuando entre miles de recuerdos, quedan los interrogantes de aquello que pudo ser, pero a la vez, queda la tranquilidad de haber experimentado, de haber muerto en múltiples momentos para surgir de nuevo vivo a la palestra, y volver a deformarme, a transformarme, a formarme, con las ansias de saber si ese río que ahora me embelesa en baile, siente lo mismo que yo, que ese idioma que nunca ha tenido más sentido que el de la cultura, se me está mostrando bello a través de sus ojos, imposible de perder ese contacto visual que me encandila, tanto como cuando se ruboriza por unos nervios para mi injustificados, como cuando el otro día saltara efusivamente de alegría por haberlos vencido un poquito, y emprendiera un camino de confianza, al que me voy aproximando con disimulo pero con algo de alevosía, y al que pronto encontraré un fin, blanco o negro, pero del que seguro obtendré conocimiento, experiencia y felicidad.
Conforme el tiempo iba pasando sus hojas, mi vida me iba mostrando la sincronicidad, y el jinete me mostraba mi pasado y mi posible futuro. Un mensaje pleno de interrogantes que iban salpicando una lucha contra dificultades de mi ser, pero en la que cada batalla mostraba un nuevo conocimiento, un nuevo paso hacia delante, una baldosa colocada exactamente en el lugar adecuado, permitiendo iluminar una parte de mí escondida hasta este momento.
Llegados a este punto, vuelvo a mirar hacia el pasado, en busca de más información sobre mí mismo, analizando qué aspectos debo superar, que anhelos siguen todavía cubiertos para hacerme disfrutar de esta vida, que poco a poco, va tomando mi propia forma.
Quien lo iba a decir, cuando entre miles de recuerdos, quedan los interrogantes de aquello que pudo ser, pero a la vez, queda la tranquilidad de haber experimentado, de haber muerto en múltiples momentos para surgir de nuevo vivo a la palestra, y volver a deformarme, a transformarme, a formarme, con las ansias de saber si ese río que ahora me embelesa en baile, siente lo mismo que yo, que ese idioma que nunca ha tenido más sentido que el de la cultura, se me está mostrando bello a través de sus ojos, imposible de perder ese contacto visual que me encandila, tanto como cuando se ruboriza por unos nervios para mi injustificados, como cuando el otro día saltara efusivamente de alegría por haberlos vencido un poquito, y emprendiera un camino de confianza, al que me voy aproximando con disimulo pero con algo de alevosía, y al que pronto encontraré un fin, blanco o negro, pero del que seguro obtendré conocimiento, experiencia y felicidad.
1 comentario:
La prosa poetica del autor, la nostalgia que se cuela entre su cedazo,la pasion furtiva de dos seres cercanos y a la vez globales y lejanos...nos invita a alimentar la imaginación, a enriquecer nuestro vocabulario...en suma una gran obra...Felicidades por su post. En muchas cosas coincidimos
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