Sonrío con media voz.
Muerto
con el llanto de la pesadilla.
¿Quien dijo que ella estaba allí?
Su imagen,
congelada e impoluta
me mostró un cristal por corazón
amargo, agrietado
donde antes hubo vida.
Fuerza
del agua que olvidó el origen de su río;
Odio
de sangre seca por sus ancestros;
Rencor
por muros de un Gaza emocional;
Soledad
ante la bella lágrima que grita libertad.
Los días,
silencios en la melodía del cariño;
las noches,
cuerpos a ritmo de una alarma chirriada.
y el final,
humo de estiércol para abejas.
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