Caí por el precipicio.
El prepucio emocional
rasgó la pared frígida
del reloj enquistado.
Las llamas congelaron cenizas.
El mar contaminado de pavor
se secó ante mi silencio.
La ausencia de caldo
amenazó el caudillo ya inflamado
por agónicas, rayanas divergencias.
No iba a funcionar.
Tú eres fango.
Yo soy fango.
No somos fango.
Toqué fondo.
Desde la catarata ocular
comencé a llover
y el amanecer acarició.
El incendio de nieve había dejado de sonar
y un cuervo blanco comentaba:
"El recorte de salarios marca récords tras cuatro trimestres a la baja".
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